Ahora que la crisis económica y financiera global ha dejado al descubierto los puntos débiles del proyecto moderno, se observa cómo en muchos lugares del planeta las voces se están levantando en protesta por un cambio. Las manifestaciones no reclaman por un pasado muy lejano sino que advierten que de no hacerse algo ahora mismo, nuestro futuro próximo corre el riesgo de estar al borde del Apocalipsis total.
Hoy es tiempo de derrumbar mitos. Si alguna vez nos parecieron ajenos los gritos de la guerra de Vietnam o las explosiones de las Torres Gemelas, si hasta ahora hemos creído que realmente el hombre había llegado a la Luna y que nuestro dinero estaba mejor en el banco que bajo el colchón, es momento de abrir los ojos. Tenemos la obligación de prestar atención y acercarnos a lo que sucede al otro lado del mundo porque éste se está volviendo cada vez mas pequeño y cuando los bancos quiebran en Estados Unidos, el dinero de todo el mundo desaparece y esas guerras que parecen tan lejanas, son pagadas por nuestros propios bolsillos.
Desde antes de Vietnam el malestar de muchos pueblos y personas individuales se ha hecho sentir a través de manifestaciones artísticas como la pintura. El Guernica de Picasso se ha vuelto un emblema de paz que no solo rememora el bombardeo a la ciudad española de Guernica en 1937, sino las muchas guerras que han continuado. Son muchos los artistas que como Leon Golub han tenido la valentía de crear alegorías de un mundo contemporáneo marcado por el impacto del poder y la opresión político militar sobre los individuos y entidades sociales colectivas.
El Museo Reina Sofía presenta actualmente una de las exposiciones más completas sobre la obra de Golub. En sus salas del palacio de Velásquez vemos como eje central una de sus magistrales pinturas que lleva el nombre de Vietnam, un lienzo enorme que se revela contra la guerra y que nos deja, como muchas de sus pinturas, sin aliento y profundamente estremecidos. Para aquellos que la guerra o la dictadura fue una experiencia cercana, pasear por las salas de la exposición es como reanimar los recuerdos y en muchos casos terminar de enterrarlos.
La presente exposición nos lleva desde sus pinturas de inspiración clásica realizadas a principios de los años cincuenta y principios de los sesenta a las respuestas del artista a la guerra en la siguiente década. Les suceden sus reflexiones sobre las operaciones de la política exterior estadounidense en series como Mercenarios, Interrogaciones y otras respuestas a la violencia represiva y encubierta; pinturas que re-consolidaron la reputación de Golub en los años ochenta.
La forma del realismo crítico de Golub es una expresión de la identidad social y sexual, de la violencia, el sufrimiento y la mortalidad, pero también de humor, compasión y resistencia. Golub pintó enfrentamientos y figuras en reacción a todo tipo de opresión y abuso a los derechos humanos haciendo hincapié, durante los años setenta, en la guerra y el uso de Napalm contra los vietnamitas. Mientras trabajaba en sus obras, Golub raspaba el exceso de pigmento y embadurnaba con él secciones de lino crudo. Poco a poco estos residuos fueron tomando forma propia hasta convertirse en Fragmentos de Napalm; Escudos, Puertas y Pilones, que recuerdan los portales de lugares religiosos y ceremoniales en Asia, templos en ruinas, o los escudos de guerreros moribundos. También representan el diálogo de Golub con la pintura norteamericana de posguerra y las telas Geométricas del minimalísmo.
En sus pinturas de los años cincuenta, setenta y noventa abundan las referencias a la antigüedad, en particular el Gran Altar de Zeus en Pérgamo, debido en parte al viaje de nueve meses por Italia que realizó en 1956. Golub se vió atraído por las formas fragmentadas de le escultura clásica. Estas figuras en ruinas se tradujeron en representaciones del cuerpo masculino en situaciones de conflicto. Desde entonces fue incluyendo procesiones de figuras combatientes en un espacio pictórico plano, sirviéndose también de su archivo personal de imágenes de los medios de comunicación, como revistas de deportes, fotoperiodismo y pornografía: el cuerpo como entidad física y sexual.
La obra de León Golub es más que contingente en nuestros días, es apropiada y necesaria para poder comprender los tiempos que corren y el lugar privilegiado que ocupan las artes visuales dentro de las herramientas que cuestionan al poder.
Las pinturas de Golub de los años ochenta, como Interrogatorios, presentan el conflicto y la agresión militar como los actos de terrorismo, tortura y ejecución, en los que se cometen acciones brutales en lugares secretos. Adoptando la escala y convenciones de la pintura histórica, dan testimonio del impacto de la política de terror estadounidense y de otros gobiernos, incluyendo operaciones secretas en Centroamérica y el régimen apartheid en Sudáfrica sobre los grupos individuales sociales. El lenguaje visual de Golub incluye un intercambio de miradas entre las figuras y el espectador, recortando la figura para dar la sensación de un espacio común, con fondos oxidados que crean un área plana y claustrofóbica, y gestos y expresiones que atraen o repelen. Sin intención moralizadora o propagandística alguna, estas narrativas del poder y la política, premonitorias de las imágenes de Abu Ghraib, subrayan la banalidad cotidiana del mal.
Estamos rodeados de imágenes de políticos sonrientes, de banqueros que celebran las fiestas más lujosas del mundo y presidentes acusados de abusos sexuales. Los mismos personajes son los que firman los tratados de “paz”, los acuerdos “económicos” y supuestamente velan por nuestro “bienestar”. Entre 1976 y 1979 Golub pintó más de 100 retratos de las figuras más poderosas de ese entonces entre los cuales destacan los de Fidel Castro, George Wallace y Augusto Pinochet. Sin adular ni conmemorar vidas individuales, y describiendo a menudo largos periodos de la vida de cada sujeto, estos retratos políticos nos llevan a entender que sin importar el tipo de gobierno que cada uno de ellos rija, si es presidente de un banco o de un país, éstas son máscaras tras las cuales se ocultan las verdaderas operaciones del poder. Todos ellos son los rostros de la campaña antidemocrática del mal que domina el mundo.
En sus últimos años el dibujo se convirtió en el medio favorito de Golub, ya que le permitía trabajar rápidamente y de manera experimental mientras seguía con sus exploraciones formales y conceptuales. Dos series de pinturas, “Podrías ser tú” y “podemos hacerte desaparecer”, recuerdan a los posters en las paredes de las ciudades, los carteles de los activistas por la paz.
En estos días muchos han salido a la calle y seguirán haciéndolo, para manifestar con ello su inconformidad con el sistema político y económico que nos gobierna, todos ellos hacen que las reflexiones que Golub realizara a través de su pintura sigan teniendo lugar, haciendo de su obra un emblema, una actitud; la de enfrentarse al poder con la verdad.
Este artículo fue publicado originalmente en la revista digital del Museo Internacional de Chile MICH el 26 de Mayo de 2011 con motivo de la exposición de León Golub en el Palacio de Velásquez de Madrid.