«You start to have this sneaking feeling that money is more powerful than art». Demian Hirst
Paris Photo celebró este año su aniversario número 15 dejando el Carrousel del Louvre y trasladándose al Grand Palais. La feria de fotografía más grande y esperada del mundo reunió alrededor de 135 expositores de 23 países que llegaron en los días previos a su apertura el pasado 10 de noviembre, para mostrar sus productos, que particularmente en esta edición eran de decepcionante variedad. Como toda feria de arte, ésta no deja de ser un mercado gigante donde podemos encontrar a los clásicos fotógrafos y algunas, aunque muy pocas, futuras promesas. Es cierto que no podemos pedirle a una feria de arte que traspase la barrera del mercado e intente ponerse al nivel de un espacio cultural, pero es una pena ver cómo los altos precios se apoderan de fotografías incluso anónimas, y cómo parece perder el sentido que las galerías más poderosas del mundo como Gagosian y Marian Goodman asistan a una feria en la que prima un segundo y tercer mercado. Eso se ve a simple vista.
Tuve la suerte de poder entrar el primer día de la apertura casi 45 minutos antes que entrara el público general, lo cual me dio tiempo de ver gran parte de la feria con el recinto casi vacío, solo los galeristas ultimando detalles y alguno que otro periodista. Se podían apreciar las fotografías en todo su esplendor, aunque lamentablemente con un exceso de luz por las características arquitectónicas del espacio. Un detalle no menor que valdría la pena tener en cuenta para próximas ocasiones (el último día algunos galeristas optaron por tapar sus viejas ediciones por miedo a que se dañaran con el sol).
La fiesta de apertura, la noche anterior, había dejado algunos rastros, casi se podía oler el dinero flotando en el aire y varios puntos rojos se veían tímidamente en autores como Jeff Wall, Robert Frank y Paul Graham, quienes mantuvieron su éxito hasta el final. La oferta estaba regida por clásicos fotógrafos estadounidenses como Irving Penn y Diane Arbus, muchas ediciones vintage “curiosas” como una foto de Rotschenko del año 32 presentada en una copia de 60×80 cms., y los infaltables alemanes como Hilla y Bernd Becher. Loshighlights saltaban a primera vista y los grandes formatos dejaban de manifiesto que mantienen su vigencia. Para los que no habíamos tenido la posibilidad de ver copias originales el recorrido más interesante estaba para, con mapa en mano, ir buscando las piezas de fotógrafos como Peter Hugo, Alec Soth, Robert Polidori,Hiroshi Sugimoto, Paolo Roversi, Araki, Edward Burtynsky, Erwin Olaf y la completa selección en el espacio de nuevas adquisiciones de la Tate de Londres de Daido Moriyama.
Por un lado la feria apuntaba, bajo la nueva dirección de Julien Frydman, a complementar su carácter comercial con una programa que se asemejara a un festival, y por otro, a poner especial atención en fotografía antigua, con mucha foto de prensa, documental, moda y glamour. Este año el invitado fue África, lamentablemente con una pobre presencia de nueva fotografía, abundancia de reportajes tipo safari y los clásicos retratos que Irving Penn realizara en los años 60. En un pequeño sector, se podía ver una reducida selección de los Encuentros de Bamako, el festival de fotografía más conocido de ese continente y donde, por suerte, se podían apreciar algunas piezas interesantes que reflejaran con sinceridad la cultura africana.
Sin duda Paris Photo no es el lugar indicado para encontrarse con la fotografía africana contemporánea; para esto habría que acudir a los encuentros que desde hace ya algunos años se vienen celebrando en Mali, Nigeria y recientemente en Etiopía, donde seguramente encontraremos la verdadera “digestión colonial” que pretendía mostrar la feria parisina y los asuntos, como sexualidad, identidad y territorio, que las nuevas generaciones de ese continente están abordando.
Casi como un relato anecdótico, en el fondo de la feria -tras los ampulosos stands de editoriales como Steidl y Aperture-se encontraba uno de los más maravillosos álbumes fotográficos hecho instalación: Love on the Left Bank, del fotógrafo holandés Ed van der Elsken. Publicado por primera vez en 1954, este foto reportaje muestra de un modo conmovedor la fuerza y el éxtasis de la juventud de esos años, cargada de melancolía y de una narración que estrecha la fotografía con la literatura visual. El muro negro tenía el look de un papel mural donde estaban escritas con tiza diferentes historias juveniles acompañadas de fotografías, archivos de audio y videos que, a quien valorara una buena pieza, podía hacer olvidar por momentos que estaba en medio de una feria para adentrarse en el mundo paralelo del amor y la poesía.
MUTATIONS
Como parte del programa de Paris Photo, aunque con preocupaciones diametralmente opuestas, en una de las salas del Grand Palais se llevaron a cabo una serie de mesas de debate y conferencias en torno a libro-manifiesto editado por la comisaria francesa Chantal Pontbriand y publicado por Steidl. Mutations Perspectives on Photography se presenta como un análisis crítico con múltiples miradas sobre los aspectos de la fotografía más relevante del momento actual.
“Cuando decimos mutaciones”, señala la comisaria en la introducción, “pensamos en los cambios que se están llevando a cabo, cambios que son suficientes para tener la sensación de que algo importante esta sucediendo. Que algo importante está en proceso de transformar el mundo o a nosotros mismos, individual o colectivamente”.
Lo que ha motivado a Chantal Pontbriand -hasta hace poco directora de Contenido e Investigación Curatorial de Tate Modern- a realizar este proyecto que le ha tomado casi dos años, es ese sentimiento imperante en el mundo de hoy en que los cambios son perceptibles tanto fuera en las calles como en nuestro interior. Los eventos políticos, económicos y sociales nos afectan a todos, señala la comisaria, de uno u otro modo, y la realidad existente llama a plantear nuevas preguntas sobre el potencial de nuestra vida.
Pontbriand invitó a 60 autores como Hans Ulrich Obrist, Sarah Wilson, Jean-Francoise Chevrier, Marie Muracciole, Tamara Berghmans, Aliocha Imhoff y Kantuta Quirós, para que reflexionaran sobre la fotografía y su futuro tomando en cuenta temas como geografía, tecnología, sociedad y nuevos medios, y el cuerpo. Cada uno de ellos elaboró un capítulo del libro proporcionando entrevistas, monografías de artistas y analizando sus propias experiencias como curadores, coleccionistas o críticos.
Mutations está cargado de significados que sería interesante poder investigar en detalle, primero por la contingencia de los temas que propone y segundo por lo pertinente de las preocupaciones que plantea respecto de las mutaciones que están teniendo lugar y cómo éstas son introducidas en el mundo del arte y las cuestiones de la fotografía. Entre los ensayos, el texto escrito por Alexia Tala, El retrato expandido, toma como referentes los trabajos de los fotógrafos Bernardo Oyarzún, Martin Weber y Juan Manuel Echavarría, en cuyas propuestas, señala Tala, está el interés común de vincular la palabra y la imagen y al mismo tiempo combinar los simbolismos de cada elemento en una única estrategia. En este texto aparece de manifiesto el mecanismo que varios artistas están utilizando: hacer retratos con una cámara de video, retratos en movimiento que proponen la expansión de un género que parecía agotado. “La incapacidad de la fotografía de existir en el tiempo es trascendida por el video, otro formato que también opera en los límites de la imagen”, señala Tala.
Un buen respiro dentro del denso y glamoroso ambiente de Paris Photo. La presencia de iniciativas comoMutations invita a quienes el mercado del arte y de la fotografía nos importa poco o nada a sentir que hay preocupaciones más allá del dinero y que potencialmente el arte aún tiene el poder de reflexionar, empujar y mover los límites siempre hacia delante.
Esta artículo fue publicado originalmente en Revista Artishock el 23 de noviembre de 2011.