Paco Barragán: «El arte ha de servir para algo más que una reflexión introspectiva»

“La república democrática es la mejor envoltura política de que puede revestirse el capitalismo” V.I. LENIN: El Estado y la Revolución


Así como los lugares comunes de la posmodernidad recogieran el sentir de una generación en la que los valores que primaban eran el relativismo y escepticismo, hoy, que la posmodernidad quedó atrás, los movimientos sociales hacen mella en todo el mundo en busca de restablecer valores sólidos y comunitarios. En este panorama, la escena artística global está necesitando demostrar su verdadera fuerza transformadora, entrando en conflicto sus preocupaciones políticas y estéticas con su sistema elitista de mercado.

Paco Barragán, curador independiente y redactor jefe adjunto de la revista norteamericana Artpulse, es un convencido de que el arte ha de servir para algo más que ser una pura reflexión abstracta e individual. En sus últimas exposiciones ha indagado en temas como la identidad y el patriotismo, y en profundidad en la pintura como una herramienta que se redefine en el uso de las nuevas problemáticas contemporáneas.

Su actual exposición El Fin de la Historia … y el retorno de la pintura de historia, presentada en el DA2 de la ciudad de Salamanca, en España, toma como punto de partida la tesis de Fukuyama, quién en 1989 señalara que la lucha entre  ideologías había concluido para dar paso a una época en que el destino final de la evolución ideológica de la humanidad y la universalización de la democracia liberal serían la forma final e inevitable de gobierno de los hombres a escala global.

Con un agudo sentido crítico Barragán nos cuenta cómo acontecimientos como el 11 de septiembre de 2001, la guerra de Irak o la más reciente debacle del sistema neocapitalista demuestran que Fukuyama, al menos en parte, erró en sus predicciones.

Personalmente entiendo que el arte ha de servir para algo más que una reflexión introspectiva o abstracta. De hecho, como señala Adorno, el arte apolítico no deja de ser profundamente político. Quiero pensar que el arte sigue siendo un espacio para la utopía, el progreso y la libertad. Y que el arte nos permite prefigurar o imaginar un mundo mejor. Ahora bien, existen varios problemas: 1) el arte no es una esfera autónoma del resto de la sociedad, y cada vez esta más inmersa en la dinámica de la cultura neo-capitalista –ahora ya se habla de ‘cultura creativa’ e ‘industrias culturales’-;  2) la pintura es el medio más comercializado por excelencia, sólo basta ver las ferias de arte;  3) la pintura se ha vuelto desde estos últimos 20 años una pintura muy dócil, enfocada al mercado del arte y a los gustos de los coleccionistas –Rubell, Saatchi, De la Cruz- y lo único que hacen artistas como Neo Rauch, Marlene Dumas y Peter Doig o escuelas como Leipzig y Dresde es repetir fórmulas que el mercado del arte y las subastas han validado como tal en el pasado, pero que son refritos del surrealismo, simbolismo y la pintura tradicional figurativa. Nada nuevo entonces, ni nada radical ni innovador. Y me interesó señalar que si existe un grupo de artistas minoritario que está haciendo una pintura de fuerte contenido social y político que es una suerte de pintura ‘anti-histórica’. En el texto curatorial de El Fin de la historia… Y el retorno de la pintura de historia haces hincapié en relacionar el fin de la historia con la tan nombrada y nunca llegada muerte de la pintura. Me gustaría saber dónde radica tu interés como curador en la relación entre arte y acontecimientos históricos, entre arte y realidad presente, entre arte y política.


Vista general de la exhibición en Da2, Salamanca, España. Todas las imágenes son cortesía de David Arranz/Domus Artium (DA2), Salamanca


EL ARTE Y LA CULTURA-MUNDO

C.C.: Citas en el mismo texto a Marc Augé: “Cuando hablamos del fin de los grandes discursos ya llegamos tarde porque nos encontramos de lleno inmersos en uno nuevo para cuya comprensión nuestras palabras y métodos se han quedado ya obsoletos.” ¿Crees que el arte es un medio mediante el cual se puede mantener la vigencia, la trascendencia de grandes discursos como la guerra o el amor?

P.B.: Los fines de siglo, de la historia, del hombre, de la pintura y demás siempre son fascinantes y lo seguirán siendo. Fíjate que la tesis de Fukuyama aguantó mucho tiempo, casi 30 años, lo que ocurrió es que al final el capitalismo a falta de adversario -desaparecidos el nazismo, el socialismo y el comunismo- implosionó y luchó contra sí mismo. Y el arte forma cada vez más parte de la lógica cultural neocapitalista que se ha apoderado de todas las esferas de nuestras vidas. La globalización y la comercialización es total y el arte posmodernista se convirtió en la ideología cultural perfecta del neo-capitalismo. Es lo que Gilles Lipovetsky llama ‘cultura-mundo’: una cultura, como el arte, que ya no es una esfera separada sino que está colonizada por los medios de masa, el ciberespacio o la cultura de la celebridad. Ya se están borrando los límites entre alta y baja cultura, entre cultura popular y cultura elitista.

Entonces es muy difícil que el arte o aquello que hacemos dentro de él, porque ya forma parte de un sistema mayor, puede generar cambios. Para que cualquier acción que hagamos tenga repercusión alguna en la vida real, ha de estar conectada con movimientos de lucha social y política y no sólo buscar el reconocimiento intelectual del propio campo del arte.

Aquí tenemos el caso típico de Ai Weiwei, que está siendo sometido a una burda y divertida manipulación por Occidente: ¿es su arte revolucionario? No, un rotundo no. Ahora bien, lo que ocurre es que su arte va dirigido a las élites del arte y a los espacios del arte, y el problema simplemente es que como se trata de un personaje conocido internacionalmente, eso lo convierte en incómodo para el régimen chino, pero no porque su arte sea revolucionario o le moleste lo más mínimo al aparato chino. No nos engañemos, aquí se están mezclando varias cosas de manera burda. Y mientras tanto, su galería White Cube va a Hong Kong a vender sus obras mientras firma un manifiesto en favor de la liberación de Ai Weiwei. No vayas, boicotea el mercado chino! Estas son las típicas contradicciones del mundo del arte, y del arte que quiere ser político pero que al final es una pose burguesa que el sistema neo-capitalista acepta con mucho gusto.


Obras de Diego Vallejo (España) y Carlos Salazar (Colombia)


C.C.: Los acontecimientos recientes muestran el comienzo del fin de un sistema enmarcado en el neoliberalismo y capitalismo, en el cual conceptos como el de “democracia” han pedido o cambiado completamente su sentido. ¿Cómo crees que esos cambios políticos influyen en el terreno del arte, a replantear el valor y el significado estético de técnicas como la pintura?

P.B.: Como señalé anteriormente de alguna manera, el problema es que el arte está demasiado inmerso en sí mismo, se mira demasiado el obligo. En los grandes movimientos sociales actuales, como el denominado “Arab Spring”, los ‘’indignados” del 15-M en España o los del “Occupy Wall Street” apenas hay una significativa presencia del sector del arte. Nosotros somos más de firmar manifiestos y lanzar soflamas por Twitter y Facebook o colgar videos en Youtube. Y el problema es que la redes sociales –representación- no importan ni impactan en los políticos porque a ellos sólo les amedrenta cuando el ciudadano toma la calle y ‘ocupa’ físicamente el espacio público, como ocurrió en Madrid y ahora en Nueva York en el Zacutti Park. Y, por una vez, seamos honestos: en el arte nos consideramos la vanguardia intelectual del sistema, pero eso de ocupar la calle e ir a la barricadas no va mucho con nosotros porque nuestros zapatos Prada se podrían estropear!

Ahora bien, precisamente ante esta apatía y ante la apatía de la pintura de estos últimos años, me parece refrescante ver a artistas como Nicola Verlato, Pedro Barbeito, Carlos Salazar, Miguel Aguirre, Simeón Saiz, Fabián Marcaccio y muchos otros que intentan con un medio tan tradicional, tan lento y tan cargado de historia renovar la posición de la pintura con respecto a disciplinas como el video y la fotografía, pero sobre todo con respecto a medios de masas como la televisión, el cine o la publicidad. Y aquí vemos cómo por un lado la propia pintura se renueva y se ve acelerada por escáners, iPhones, redes sociales, teléfonos digitales, Google Earth y otras herramientas, y cómo también es capaz de redefinirse y comentar, reaccionar, deconstruir sucesos contemporáneos como la Guerra de Irak, el 15-M o los fundamentalismos islámicos y cristianos.


Maryam Najd (Irán) y Judy Sirks (Noruega)


LA ANTI-PINTURA DE HISTORIA

C.C.: A diferencia de la pintura histórica del s. XIX, ¿Cómo representa la pintura contemporánea los acontecimientos históricos?

P.B.: Lo interesante es que la pintura de historia era el género más importante tradicionalmente hablando. Pero con el tiempo fue perdiendo fuerza y, sobre todo, a lo largo del siglo XX con las guerras y, sobre todo, la manipulación del género por los estados socialistas y comunistas –el socialismo real- la arrinconaron y la desprestigiaron. Y si tradicionalmente la pintura de historia era básicamente una herramienta en manos de monarcas, burgueses, estadistas y cortes papales, que la utilizaban para representar personajes o momentos históricos del pasado encaminados a recrear un mito nacionalista y un glorioso pasado nacional común, hoy en día los pintores utilizan el género justamente para denunciar guerras, situaciones de injusticia social, pobreza y manipulaciones. Y por eso me gusta hablar de una ‘anti-pintura de historia”.


En primer plano Pablo Alonso (España) y al fondo Gamaliel Rodríguez (Puerto Rico)


C.C.: Si pudieras  plantear una nueva tesis respecto al fin de la historia, al modo en que Fukuyama planteara la suya en 1989, ¿Cuál sería la tuya? ¿Qué elementos de la historia actual crees que están llegando a su fin y por qué?

P.B.: El problema es que Fukuyama predijo que ya no habría evolución ni histórica ni política ni filosófica ni social, que todo quedaría limitado a un asunto puramente económico. Ahora bien, ante esta implosión del propio sistema capitalista, que de hecho es un capitalismo que no está funcionando correctamente, en el sentido de que las pérdidas se están “socializando” –léase la inyección de millones y de millones de dólares para rescatar el sistema bancario a cargo del erario público, o sea, del bolsillo del ciudadano y sus impuestos- y los beneficios “individualizados”, es evidente que el sistema o ha de ser reformado con medidas tipo Breton Woods o control de capitales especulativos –Tasa Tobin- o que ha de ser cambiado totalmente.

Creo que el sistema se ha agotado porque ha llegado a un estado donde crea dinero ficticio que no está respaldado por una economía real, pero no sabemos qué sistema vendrá a sustituirlo. La avaricia del ser humano ha llevado al sistema a un callejón sin salida. Por otro lado, cada vez somos más y cada vez hay menos recursos. El problema real es que como ciudadanos tenemos miedo al cambio y eso los poderes fácticos lo saben; es sencillamente que nos aferramos a esas cosas materiales que tenemos y no nos imaginamos empezando desde cero, aunque fuera en un sistema más justo y equitativo.

Básicamente, el sistema neo-capitalista nos ha convertido en consumidores, en seres injustos, egoístas, desideologizados, que sólo estamos interesados en nosotros mismos. Podemos mirar para otro lado, pero la culpa la tenemos nosotros mismos.

C.C.: ¿Crees que el arte cumple un rol a la hora de sacar adelante nuevos ideales para un mundo mejor?

P.B.: Sólo si es capaz de salir de ese entorno autista, elitista y burgués y sus planteamientos son capaces de conectar con movimientos sociales y políticos reales.


Ignacio Goitia (España) y Alexis Esquivel (Cuba/España)

Ignacio Goitia (España) y Trevor Guthrie (Canadá)

Matthias Köster (Alemania)


Esta entrevista fue publicada originalmente en Revista Artishock el 7 de noviembre de 2011.