“Soy el auténtico unicornio de los antiguos.
¿Quién puede dividirme
y conjuntar de nuevo mi cuerpo
para que mi cadáver ya no se abra…?”
C.G.Jung Psicología y Alquimia
Uno no puede dejar de ser uno mismo, señala Tunga (Brasil, 1952) en una entrevista, refiriéndose a la inevitable condición del ser humano de existir y de la eterna voluntad de construirnos como individuos y como cuerpo. Esta cuestión ha sido tema central en la obra de este artista brasileño, cuya carrera emergiera en los años 70s siguiendo los esfuerzos pioneros de los artistas neoconcretos en quienes la corporalidad y la experiencia participativa del arte jugaba un rol fundamental. Tunga ha extremado esa idea de la “vivencia” como potencia transformadora de la materia y del lenguaje con un profundo componente místico. En su reciente exposición “La Voie Humide”, ya la quinta individual que realiza en Luhring Augustin (Nueva York), se pueden ver sus obras mas recientes, dibujos y esculturas con una fuerte presencia física de la mano como idea matriz de la creación de un mundo tanto arcaico como moderno. Para Tunga los objetos de diseño, por ejemplo una bombilla, nunca dejan de remitir a formas arcaicas, a otras bulbas o ampollas, e incluso a los frascos de vidrio utilizados por los maestros de la alquimia. Esta práctica ancestral ha sido fundamental en la construcción de su obra, un concepto clave en el pensamiento de este artista y en la carga simbólica de las formas y materiales que utiliza.
Como señaló Guy Brett, impresionado después de ver por primera vez la obra de Tunga en la casa del artista en Rio de Janeiro: “La escultura de Tunga afecta y perturba por su sentido de inmersión en el mundo físico, poniendo en tela de juicio una asociación que va desde la materialidad al significado.”[1] Las esculturas que vemos en exposición son unas estructuras informes sostenidas como trípodes, sugiriendo una especie de vaso decantador u otro objeto de laboratorio, cuyos elementos parecen estar dando origen un nuevo cuerpo o lugar a la fragmentación del mismo, representando en ambos modos un cuerpo expandido, afectado por la temperatura y la luz. Cada una de ellas posee unas vasijas hechas de cerámica o vidrio contenedoras de otros materiales provenientes del paisaje y del mismo cuerpo humano como resina, tierra, piedra, acacia, asfalto, caucho, yeso, hierro, cuero, conchas de mar, cristales, esponjas, madera, bronce, etc., evocando la transmutación de la materia como metáfora de un pensamiento arcaico capaz de abrir nuevas capaz de realidad y nuevas formas de consciencia.
La obra de Tunga guarda una densidad radical cuyo secreto se encuentra en el misterio del origen de la vida misma, de la luz, y de la oscuridad de la muerte. Para él la madurez de los años le han dado la posibilidad de convertir su trabajo en una forma de vida continua en la cual el artista interroga los materiales y los materiales responden y dan señales de las posibles formas que puede adoptar. Como si el material pudiera sacar fuera su visión ancestral de la naturaleza, todo aquello de lo que ha sido testigo, y acceder a ese campo del inconsciente que da origen a la lucidez. Tunga señala que una obra de arte puede y debe ser un oráculo, y entre más amplia sea su visión, más intensa será la obra.
Los dibujos que dieron origen a la exposición vienen a ser parte de las esculturas centrales y viceversa; los dibujos son una misma línea continua cuyo cruce constante con ella misma corta el cuerpo que dibuja en infinitas partes, las esculturas son miles de partes de muchos cuerpos que conforman uno nuevo. En ambas aparece un cuerpo fragmentado, expandido, afectado, tal vez por el amor, según el artista, ese poder de la colaboración donde la unión de dos elementos da origen a un tercero, una fuerza capaz de reconfigurar el estado de clarividencia de la consciencia. En la práctica de Tunga el deseo por descubrir el trasfondo mítico de la modernidad es lo que orienta su discurso dando a entender que el arte debe ser algo independiente de su momento cultural, que éste debe ser capaz de crear un vocabulario que pueda ser entendido por cualquier cultura, y que pueda haber sido hecho por cualquier mano. Refiriéndose al su instalación Tunga señala que ésta es mas bien una “Instauración”, “en portugués instaurar significa hacer las cosas aparecer, dar vida a un fenómeno, dar nueva luz sobre aquellas cosas que estaban, o no, de antemano allí.”[2] El trabajo de Tunga es sin duda un manifiesto de la inevitabilidad de la existencia, de la presencia del cuerpo en el mundo, de su constante transformación energética y del poder transformador de la consciencia en materia y de ésta en significado, en continente metafórico.
[1] Brett, Guy. Transcontinental. An investigation of Reality. Nine Latinamerican Artists. Verso / Ikon Gallery Birmingham, 1990. página 54
[2] Conversación entre Tunga y Mari Carmen Ramírez durante la presentación de la exposición en Luhring Augustine. Video y audio disponible en la web de la galería.