Justo Pastor Mellado y el Parque cultural de Valparaíso

“Lo que necesitamos son operaciones metafóricas intensas, tenemos que contar historias que generen sitio.”

Fernando Castro Flórez


Seguramente, señala Fernando Castro Flórez en el prólogo de Textos de Batalla, Justo Pastor Mellado ama su destino. Lo cierto es que se le ve muy a gusto paseando y mostrando a los visitantes las instalaciones del Parque Cultural de Valparaíso (PCdV), que en los últimos meses se ha transformado en el terruño donde es ahora patrón y Señor. Viste de jeans con una camisa que es la sofisticación mejor lograda de la guayabera, pero que en vez de flores lleva detalladas ilustraciones de la historia del cine. Hablamos del pasto que no quedó como él hubiera querido y que ocupa una parte importante en el terreno que antes fuera el patio de reos de la Cárcel de Valparaíso. Las antiguas celdas son ahora un edificio que, completamente remodelado, Mellado llama Edificio de Transmisión, el lugar donde se transmite el conocimiento y las experiencias.

Vista del PCdV. Todas las imágenes son cortesía de PCdV


El edificio cuenta con cinco salas acondicionadas para residencias de artistas y talleres, dos salas de ensayo para música, dos para danza y ballet, un estudio de grabación, una sala de montaje de cine y una de entrenamiento para circo y trapecio. Mellado nos cuenta sobre el trabajo de los arquitectos, la conservación de algunos de los muros y de las rejas de las celdas que ahora son pasamanos de escaleras y pasillos. A este edificio lo enfrenta una construcción prácticamente nueva que alberga un auditorio (sala de teatro, cine, etc.) equipado con la más alta tecnología de sonido y de unas dimensiones que me atrevería a decir hacen de éste espacio el teatro más grande de nuestro país. Más arriba están sus dos salas favoritas destinadas por supuesto a las artes visuales y que son sin duda la envidia de cualquier curador o director de Museo.

Vista del PCdV. Todas las imágenes son cortesía de PCdV


Luego del recorrido por el Parque, entiendo que no podría haber persona más idónea para hacerse cargo de este lugar que Justo Pastor Mellado. La dirección del PCdV es la continuación de su trabajo como conceptualizador de la Trienal de Chile, de la cual fuera expulsado el año 2009. Su preocupación por el desarrollo de las escenas locales se mantiene desde entonces y es el principal objetivo del Parque, que busca, en palabras de Mellado, “la aceleración formal del imaginario porteño”. En otras palabras, dinamizar la escena artística de Valparaíso, que hasta ahora no había tenido un espacio, más allá de las mismas calles, para desarrollar las múltiples disciplinas que han dado al puerto su sello cultural.

El PCdV se presenta hoy como un dispositivo de desarrollo (cultural) local que combina tres dimensiones: un centro cultural, un centro de arte destinado a las prácticas estéticas y un centro comunitario (barrial). De este modo, nace un nuevo lugar que busca hacerse cargo de una complejidad local, que consiste en la ocupación, por parte de diversos agentes culturales, de los terrenos desafectados de la cárcel de Valparaíso.

Durante casi diez años, en el curso de diversas etapas de administración y trato político entre ocupantes y autoridad local, este uso adquirió un grado de institucionalidad que condujo al Estado a tomar la decisión de construir un complejo cultural, dentro de las facultades que le otorgaba la figura de Proyecto Bicentenario. La acción de los agentes culturales impidió que este predio fuese objeto de la voracidad de proyectos inmobiliarios y logró que la autoridad reconociera el destino cultural, habilitando esta iniciativa de inversión estatal de más de nueve mil millones de pesos (casi 19 millones de dólares)


Vista del PCdV. Todas las imágenes son cortesía de PCdV

Vista del PCdV. Todas las imágenes son cortesía de PCdV

Vista del PCdV. Todas las imágenes son cortesía de PCdV


Luego de superadas todas las barreras, la mayor dificultad que presenta el PCdV es su incorporación a la comunidad, establecer un vínculo, conseguir la participación tanto de los artistas como de las familias, trabajadores y habitantes del puerto. Todos ellos son ahora figuras indispensables para que esta enorme explanada en medio de los cerros tenga sentido y consiga realmente trasmitir y acelerar los procesos culturales locales. Desarrollar cultura, poner en marcha sus prácticas, no es solamente construir un gran edificio que la contenga. Tenemos como ejemplo la gran inversión que se ha hecho en Santiago con la construcción del Centro Cultural Palacio La Moneda (CCPLM) y, recientemente el Centro Gabriela Mistral (GAM), ambos con una base muy poco sólida en cuanto a proyectos de integración social y desarrollo comunitario se refiere. No hay duda que el perfil de estos espacios responde más a un criterio de difusión del arte que de montar ciertas prácticas como iniciativas de recuperación y reparación política.

Creo que el caso del PCdV es bastante diferente. Mellado nos cuenta que “uno de los problemas que enfrentaba  la escena artística local era la ausencia de una infraestructura adecuada para fortalecer sus prácticas. Ahora tenemos donde realizar el entrenamiento mínimo para que estas prácticas se consoliden. Es decir, elaboramos una relación de trabajo con las comunidades de artistas destinada a elevar la exigencia formal, proyectando un salto significativo en las condiciones de trabajo de cada sector”.

Para poner en marcha un proyecto de tal envergadura se necesita un trabajo social y un aparato teórico-crítico importante que esté constantemente evaluando las diversas necesidades de la escena donde éstos acontecen. Por esta razón, las herramientas de trabajo del equipo del PCdV son las clínicas y las residencias de artistas. “Apostamos por experiencias de fortalecimiento de las prácticas artísticas y no de formación. Para esto último, están las escuelas. Nosotros no estamos para enseñar, sino para acelerar procesos y asegurar condiciones de transferencia informativa y metodológica”.


Vista del PCdV. Todas las imágenes son cortesía de PCdV

Vista del PCdV. Todas las imágenes son cortesía de PCdV


De este modo, la relación se establece, primero, con las comunidades (barrio); segundo, con los artistas de la ciudad; tercero, con el público. Este público, en relación a las prácticas, está estratificado. “Cada público corresponde a su práctica, y posee, por lo demás, una masa crítica, que es con la que trabajamos en la primera línea de nuestra concepción de mediación”.

Así, Mellado personifica, en su nueva labor y consciente de la precariedad, lo que él mismo llama un curador de infraestructuras, quien en medio de la adversidad lucha para que la institución que ahora tiene a cargo salga adelante. Viajando constantemente entre Santiago y Valparaíso -donde aún no se instala definitivamente- y entregado en cuerpo y alma al trabajo que el PCdV implica, hace algunos meses comenzó a desarrollar  la curatoría de Sentimental, la primera de las exposiciones de encuadre del Parque. Es en ella donde se ponen en funcionamiento las mecánicas de aceleración de las que habla Mellado, con el objetivo de poner en funcionamiento una dinámica de trabajo y producción en torno al imaginario porteño que se  sostenga sobre unas obras específicas que han verificado su consistencia en el terreno de la Palabra, el Cuerpo y  la Imagen.

“Si hay algo que resiste, en esta ciudad, es el cuerpo”, señala Mellado. Sentimental remite a los modos cómo la corporalidad porteña resiste a la reunificación. De este modo, es un conjunto de acciones que tienen en común la reparación simbólica ante una pérdida. “El monumento vocal de dicha pérdida es el bolero. Partimos con eso. Un gran ciclo que hemos  titulado El cuerpo de la voz y que ha contado con la curatoría de Gonzalo Menay, un artista y musicólogo local.  Pero al mismo tiempo, gracias a la colaboración del Festival de las Artes de Valparaíso, hemos podido presentar cuatro funciones de Amores de cantina, la espectacular obra de Juan Radrigán. Existe, en articulación con esto, un programa de arte culinario, asociado a la sentimentalidad aludida. Acabamos de inaugurar en la gran sala de artes visuales Objetual, una muestra de siete artistas porteños, curada por Rodrigo Vergara”.


Obra de Vanessa Vásquez en la muestra Objetual.

La exposición, destinada a la objetualidad porteña, resalta la importancia del objeto como lugar  que concentra el drama de la pérdida de su ubicuidad en un espacio urbano amenazado por la ruina. Los objetos vistos como ruinas privadas, como portadores de una carga afectiva, de los residuos de las experiencias vividas en su posesión y disposición.

Objetual se estructura como una exposición sobre Valparaíso, en torno a los objetos perdidos, a los recuerdos y al pasado, a la memoria de las historias que constituyen su personalidad. Los artistas Paola Caroca, Chantal de Rementería, Vanessa Vásquez, Mario Ibarra, Manuel Sanfuentes, Luis Salas y Pedro Sepúlveda han trabajado con este pie forzado. De la mano de un gran trabajo curatorial que ha llevado las obras a su máxima depuración y desarrollo, estos aristas muestran distintos modos de hacer objeto el imaginario porteño. Piezas cuidadosamente montadas y elegantemente resueltas, hablan de esa aceleración antes mencionada, de un material bruto que con un poco de trabajo podía convertirse en una buena obra de arte.

Rodrigo Vergara nos cuenta sobre el trabajo realizado con los artistas: “Pienso la curatoría como un trabajo orgánico, donde las obras trabajan en función del concepto, en esta caso la objetualidad. Pensar la exposición desde ahí conlleva a investigar procesos y conocer históricamente la obra de cada uno de los artistas convocados. Pero eso es el trabajo de cualquier curatoría. El tema se limita a encontrar un dispositivo de muestra que genere un marco digno. Creo que la aceleración de las prácticas artísticas locales que ideó el equipo del Parque durante el 2011 dará frutos en la medida que el parque proponga desde su lugar las lógicas artísticas a emprender”.

Sin duda, el resultado deja de manifiesto que el PCdV puede cumplir, en un tiempo no muy lejano, su objetivo y poner la complejidad de la escena porteña como una característica virtuosa, así como reafirmar la propuesta de Justo Pastor Mellado respecto a la aceleración y la necesidad de romper las barreras simbólicas de exclusión, en este caso de las escenas regionales y, por qué no, de los artistas que por diversos motivos no formaban, hasta ahora, parte de la narrativa de las artes plásticas chilenas.


Vista de la exposición Objetual, Obra de Luis Salas.

Instalación de Chantal de Remantería

Detalle de la Instalación de Chantal de Remantería

Obra de Paola Caroca

 


Esta entrevista fue publicada originalmente en Revista Artishock el 6 de febrero de 2012.