Cuando vemos los dibujos de Rolando Cisternas tendemos a pensar que se trata de dibujos del “natural” en los cuales, al más puro estilo naturalista, el artista se posa frente a la naturaleza e intenta tomar todas las evidencias necesarias que ayuden a quien lo vea pueda reconocer un lugar, o al menos un tipo de paisaje. Sin embargo, el dibujo de Rolando pertenece al ámbito de la ficción mucho más que al de las evidencias. ¿Pero que diferencia el método científico del artístico? una hipótesis científica es una ficción como lo es un dibujo. En este sentido los dibujos de Rolando no son menos científicos que los hechos por naturalistas como Humboldt[1] o Gay, aunque quizás menos pragmáticos, y por ello más puros. Esta consideración arrastra consigo un problema epistemológico: ¿Tiene sentido sostener que los modelos de información biológica (dibujos naturalistas botánicos) son más “verdaderos” que los dibujos de un artista como Rolando?.
Es posible que si dejamos a la naturaleza seguir su curso, e incluso retroceder, cientos o miles de años, ocurrirían las suficientes transformaciones genéticas como para dar origen a las especies que aparecen en los dibujos de Memoria Natural. Consideremos que hoy existen cientos de especies que antes no existían, nuevos cereales, nuevas bacterias y hongos. Éstas no son “naturales” lo que significa que son artificiales, tanto como las dibujadas por Rolando. La principal diferencia es que las primeras se comportan como si fueran reales ya que crecen y se multiplican, en cambio las especies que conforman Memoria Natural son meros símbolos, y su arte es totalmente independiente de las leyes de la evolución biológica. Lo interesante es que esta distinción no es tan radical como aparenta a primera vista.
Su presentación sobria y pulcra, los elementos del paisaje, la destreza en el fino achurado del lápiz, confunden, a cierta distancia, el dibujo con una fotografía en blanco y negro de un paisaje específico, de especies conocidas[2]. Un problema de verosimilitud parecido al del arte y la ciencia ocurre entre el dibujo y la fotografía, resulta que entre más se acerca la técnica del dibujo a lo “real” más parece una fotografía, y con ello más atributos “verdaderos” encontramos en esas plantas y piedras. En cuestiones de realismo la fotografía tiene el terreno ganado, lo que no necesariamente le da ventaja en términos de representación si pensamos que el dibujo fue la herramienta por excelencia utilizada para el desarrollo histórico de la representación científica en el despliegue de su discurso moderno. Hay cosas, como decía Arthur Danto, que solo existen en imágenes pero si existieran en realidad, serían percibidos por medio de los mismos procedimientos de sus imágenes[3].
Podríamos sostener que lo que diferencia el método científico del artístico es su propósito, pero ¿cuál es el propósito de ambos sino generar conocimiento?, o al menos hacer de puente al conocimiento para que nuevas generaciones puedan acceder a él en su propio lenguaje. Cuando Humboldt escaló el volcán Chimborazo en 1802, su ascenso marcó un antes y un después en su comprensión de la naturaleza. Vio la Tierra como un gran organismo vivo donde todo estaba conectado, concibiendo una nueva e intrépida visión de la naturaleza que influenció la manera en que entendemos el mundo natural. Y, aunque estaba obsesionado con medir y analizar la naturaleza, creía que en gran parte nuestra respuesta a ella debía estar basada en sentidos y emociones.
No hay una distinción básica entre la investigación científica y la artística: ambas son ficciones en busca de la verdad. Y la verdad no es más que una construcción de sentido. Quizá sea aquí donde es posible encontrar respuesta a nuestra pregunta inicial. Si bien los dibujos naturalistas realizados por Humboldt, son tan reales como los dibujos hechos por Rolando, los primeros contenían información biológica con un gran potencial de conocimiento científico, de verdad. La ciencia trabaja en base a supuestos que se obtienen de la observación, por ejemplo Humboldt en su Distribución de las plantas en los Andes muestra los tipos de plantas existentes de acuerdo a su altitud, localización y clima, estableciendo zonas de vegetación una sobre la otra.[4] Con el tiempo, mucho después de la muerte este visionario explorador, fue posible comprobar que este es un fenómeno que ocurre a lo largo de todo el planeta.
Los dibujos de Memoria Natural recurren a un modelo de conocimiento artístico, no tienen pretensiones científicas porque en el arte no hay una verdad, sino una interminable construcción polisémica. La obra de arte se distingue de la ciencia en que ésta es contenedora de múltiples significados, por lo que un sentido único le quitaría la posibilidad de ser arte. No importa cuán reales nos resulten las especies que dibuja este artista, aunque salgamos a explorar en busca del lugar donde éstas fueron hechas, ninguno sería el mismo, porque éstos son paisajes hechos por la memoria. En un viaje imaginario, Rolando vio lugares que tal vez existieron en tiempos pre-humanos, posándose en la perspectiva de las piedras, las plantas, la tierra, o pequeñas formas de vida que le transmitieron sus visiones. No recuerdos, sino conexiones. Una inminencia latente de eso que percibió Humboldt al subir el Chimborazo, de la naturaleza trascendente, que anima el gesto artístico y le da lugar.
[1] Como señala Andrea Wulf en “La invención de la naturaleza. El nuevo mundo de Alexander von Humboldt” muchos de sus dibujos fueron hechos en base a relatos de otros, ya que si bien Humbolt tiene descripciones hasta el sur de Chile, este solo visitó el norte.
[2] Como el “Herbarium” de Joan Fontcuberta que tomando como modelo las fotografías de plantas realizadas por Karl Bloosfeldt recrea especies acordes a un paisaje definido por una naturaleza artificial. Ver www.fontcuberta.com
[3] Arthur Danto decía, “… los unicornios sólo pueden ser descubiertos si son blancos y parecidos a los corceles.” Danto, A. C. (2003) El cuerpo/El problema del cuerpo. Madrid: Síntesis
[4] Wulf, Andrea. La invención de la naturaleza. El nuevo mundo de Alexander von Humboldt. Vintage Books, NY.