«El arte no es lo mismo que la cultura. El arte es la conciencia crítica de la cultura.» Justo Pastor Mellado
La intersección de la actividad cultural global (incluida la construcción de nuevos museos y nuevos modelos de bienales), con las realidades políticas del mundo actual, están, necesariamente, planteando cuestiones de responsabilidad social. Desde este lugar cabe cuestionarnos si la práctica curatorial puede tener un impacto significativo social o político, así como cuál es la responsabilidad del curador y el museo o bienal como entidad que contribuya a mejorar o aminorar la injusticia, y si finalmente el arte en sí mismo puede ser una fuerza transformadora.
Cómo señalara Justo Pastor Mellado en una entrevista que tuviéramos respecto a su curaduría en la presente Bienal de Siart, ésta no es una Bienal para acceder a los circuitos del primer mundo, sino una que plantea disolver las fronteras entre arte y prácticas sociales, con un enfoque local puesto en la particularidad boliviana.
Las bienales hoy por hoy se han convertido en la plataforma más importante de difusión y diálogo sobre las lógicas del arte contemporáneo internacional. Siart hace un llamado a desempolvar en concepto de Bienal como un evento donde confluyen las elites artísticas para transformarse en un lugar de mediación en el que confluyen nuevos diálogos.
Hoy en día una bienal internacional de arte se debe a la ciudad que la sostiene. Es por esto que cuando se crea una bienal como ésta, se parte del reconocimiento de que el arte contemporáneo es un arte de procesos que demanda otras formas de visibilidad y desarrollo, diferentes a las del arte de antaño y también diferente respecto a los espacios geopolíticos que ocupa.
Otra pregunta que cabría hacerse es, mediante qué tipo de operaciones el arte se entromete en el terreno de lo social, y cómo establece un diálogo con las problemáticas de un lugar como Bolivia, con tremendas carencias, desacuerdos y desigualdades.
La Bienal de Siart es, como señala Mellado, un dispositivo de aceleración de trasferencia informativa; en otras palabras, un medio de comunicación y, como tal, tiene la responsabilidad de tener una estrecha relación entre cultura, sociedad y comunicación pública. Es por esto que la labor del curador y la de la Bienal puede influir en la construcción de una nueva realidad social, e inclusive, podría ser capaz de crear un entorno y a largo plazo una identidad colectiva, una memoria común.
Diálogos en la complejidad es un título que agrupa dos elementos básicos para la construcción de los propósitos de Siart. Por un lado la necesidad de establecer diálogos y por otro reconocer la complejidad de éstos, asumiendo que el proceso requiere de una conciencia crítica que eche raíces en la sociedad boliviana.
“Ciertamente, la complejidad es mucho más una noción lógica que una noción cuantitativa. Es una noción que nos proponemos explorar y proyectar a través de los formatos expositivos y editoriales que corresponde”, señala Mellado. Es por esto que Siart no gira solamente en torno a las exposiciones de los artistas invitados (de honor), ni del Concurso Internacional: los pilares fundamentales son los talleres y los laboratorios, ya que es en ellos donde se producen los diálogos más activos. Estos puntos de confluencia buscan por un lado lograr la mayor cantidad de participación ciudadana y formar nuevos públicos, y por otro reflexionar acerca del arte contemporáneo en sus diferentes variantes.
Talleres y laboratorios
Los Talleres y laboratorios toman como punto de partida teórico la siguiente reflexión de Chaterine David: “Frente a los espacios tradicionales del arte, nos interesa crear contextos para inventar otras posibilidades de encuentros que no oculten los antagonismos y que permitan la existencia de un espacio de debate”. De este modo, estas dos instancias nacen como espacios de transmisión y de experimentación. Los talleres están orientados hacia la reproducción de conocimiento, mientras los laboratorios ensayan nuevas formas de relación de las prácticas artísticas con las prácticas sociales. Estas cuestiones están planteadas desde las necesidades educativas visibles en la realidad boliviana. La ausencia informativa respecto a los campos de las artes visuales ha motivado al equipo de la Bienal a crear estos talleres en busca de estrechar el vínculo entre prácticas como la pintura o los nuevos medios y los participantes.
Los talleres se dividieron en dos temas: pintura y proyectos editoriales; el primero, realizado en conjunto por Justo Pastor Mellado y Carlos Leppe, tuvo como propósito analizar ciertos hitos de la contemporaneidad pictórica boliviana y proyectar una plataforma de desarrollo a partir de sus conquistas. Una situación que no se dejará de lado, será el exitoso desarrollo de un tipo de pintura que enfatiza la representación de un indigenismo contemporáneo cuyos antecedentes resulta necesario identificar y sistematizar. El segundo taller, a cargo de Gabriela Siracusano –autora del libro El poder de los colores– aborda uno de los problemas más sugerentes y originales del arte colonial latinoamericano, en el cual el análisis químico de los pigmentos del manto de una virgen cobra un interesante significado cruzado con la historia de la cultura y del arte contemporáneo.
Los Laboratorios en cambio tienen como objetivo principal desarrollar relaciones con la ciudad y las costumbre arraigadas en la cultura local. El primero, Parches Urbanos, está enfocado en identificar conflictos propios de la ciudad, desde distintos puntos de vista y percepción, para generar soluciones en forma deparches visuales o sensitivos, aliviando o mejorando la experiencia de la vida urbana y generando, de esta manera, una reflexión acerca del entorno en el que vivimos. El segundo, Diálogos de vida y arquitectura obscena, propone que la cultura popular enraizada en la calle está dada por los contenidos temáticos que se sitúan entre la ritualización del pasado (artesanías, fiestas, prácticas comunitarias, mercados, ferias, etc.), y por ello se utiliza conceptos como de la pluralidad, la “desterritorialización” y la hibridación, resultando cada vez más dificultoso encontrar naciones, comunidades o grupos sociales donde lo cultural aparezca en “estado puro” y no contaminado. El tercero, Texto-Textil-Código está basado en la puesta en forma editorial de un proceso en que “piropos” y poesía, escritos en quechua, se traduzcan en Tocapus, y éstos, en obras susceptibles de ser decodificadas.
Reafirmando las preocupaciones iniciales de la Bienal de Siart, estos talleres y laboratorios funcionan como la preparación de la tierra para la futura siembra y posterior cosecha. Responden a la necesidad de instalar saberes prácticos para poder enfrentar los debates futuros, no sólo en las bienales venideras, sino en la relación que puedan establecer las practicas artísticas y los museos, como dispositivos de mediación y comunicación con la cultura boliviana.
Concurso Internacional
Diálogos en la complejidad busca producir interdependencias e interferencias, y aunque sus principales preocupaciones apunten a la escena boliviana, asume que la realidad contemporánea se teje a partir de múltiples relaciones, entendiendo que no es posible lo local aislado de la complejidad universal, volviéndose necesario establecer diálogos con otras escenas, ya que cada día más las problemáticas de los artistas responden a poéticas y políticas tan personales como globales. Esto quiere decir que el arte como conciencia crítica de la cultura debe plantearse constantemente interrogantes que colaboren al desarrollo tanto de sus modelos estéticos como conceptuales.
Desde esta postura, la Bienal de Siart invitó a todos los artistas interesados a responder la pregunta: “¿de qué manera los sujetos pueden hacer la historia, al mismo tiempo que son determinados por su hechura?”
Uno de los premios lo obtuvo la video instalación Llaukarando al tío para que se venda los bisnes, del artista Iván Cáceres, considerada por el jurado una obra que expresa el espíritu de la bienal, mezclando cuestiones de la cultura tradicional boliviana con cuestiones urbanas y económicas actuales de modo consistente e inventivo. También fue premiado el proyecto Módulos Perpetuos del colectivo conformado por Pablo Forero, Guillermo Chandia y Jaime Coronil (Chile-Colombia). La propuesta trabaja la complejidad en la interface de la tensión entre vida y muerte, tan importante en la cultura boliviana. Y por último la performance Aquí del artista Galo Coca, que se vistió de cohetillos e ingresó al patio del Tambo Quirquincho haciendo reventar su traje. Con una jugada audacia y estridencia, el artista convocó las paradojas que forman parte del júbilo en la fiesta andina boliviana: alegría y exceso.
Artistas invitados
Como bien señala Mellado, “una bienal no resuelve las fallas de la musealidad local, pero puede contribuir a sostener iniciativas de colaboración suplementaria en un espacio que solo ella puede intervenir”. Así, al momento de articular un discurso teórico y conceptual en torno a las posibilidades museográficas de una bienal, y por qué no a las influencias que ejerce sobre las instituciones locales, los artistas invitados cumplen un rol fundamental. Sus obras son las que instalan y desarrollan los verdaderos significados de los discursos de esta Bienal, asentándose en sus bases estéticas y vinculaciones sociales.
La selección contempla propuestas que abarcan preocupaciones bastante amplias. Por un lado, obras que actúan como dispositivos de acción, como La olla común del chileno Adolfo Torres, quien preparó durante varios días más de 200 platos de comida para los lustrabotas de la ciudad de La Paz. Otras obras nos obligan a profundizar en el método sobre el que se sostiene nuestra mirada, como los recorridos urbanos de Ricardo Pérez Alcalá, o la sensaciones corporales que nos producen los sonidos cotidianos en el performance de Geli González.
Romper con las fronteras y ampliar la intervención artística ha sido también un motor. Encontramos por un lado los murales que Mónica Nador ha creado en diferentes barrios de la ciudad de La Paz y por otro, el trabajo documental-pictórico de Sandra del Pilar, quien ha invitado a mujeres, indígenas, dueñas de casa, artistas e intelectuales a ser retratadas al óleo mientras relataban sus historias de violencia.
El video-arte se hace presente con la pieza de la artista (invitada de honor) Claudia Joskowicz, una trilogía de videos basados en acontecimientos de la historia de Bolivia y su efecto sobre el paisaje mito-histórico del país. Y principalmente en la colectiva La Carta de Jamaica , en la cual los artistas establecen diferentes puntos de vista en torno a la identidad cultural latinoamericana, presentando posiciones abiertas a las decisivas transformaciones sociales y culturales a las cuales los estados americanos se ven sometidos en la actualidad. Destacan los videos de Alexander Apóstol (Venezuela), Gianfranco Foschino (Chile) y Regina José Galindo (Guatemala).
Conciencia crítica
Lamentablemente, la Bienal de Siart es lo suficientemente local como para no poder ser apreciada más que estando ahí. Intentar ver imágenes que ilustren la complejidad de sus operaciones ha sido cuanto menos una travesía medieval, que espero mejore en sus próximas ediciones. Hacer una página web enmarcada en preceptos teóricos es muy interesante para quienes estamos inmersos en el mundo discursivo, pero es muy mezquino para todos aquellos, bolivianos o ciudadanos del mundo, que queremos tomar parte y comprender a través de la propia mirada el sentido de esta Bienal, que no debe olvidar que el arte además de asumir un compromiso social tiene una importante función estética.
Sin duda para sostener que el arte es la conciencia crítica de la cultura hay que poder demostrarlo en iniciativas específicas. La Bienal de Siart ha puesto en funcionamiento estas iniciativas y se ha hecho preguntas que serán respondidas en la medida en que ésta consiga instalarse como una experiencia de producción de conocimiento de la estratificada y comprimida experiencia boliviana.
Esta entrevista fue publicada originalmente en Revista Artishock el 27 de octubre de 2011.