(Catalogo) Sara Ramo: Una experiencia Radical. Desvelo & Traza

“Our intention is to affirm this life, not to bring order out of chaos,

nor to suggest improvements in creation, but simply to wake up

to the very life we’re living, which is so excellent once one gets one’s

mind and desires out of its way and lets it act of it’s own accord.” 

John Cage, Silence: Lectures and writings.

 

“Como el que entra a un Museo, el individuo se refugiaría aquí en vivencias de orden estético, 

como si fueran algo “mágico”, capaz de transportarlo a un plano distinto del cotidiano.” 

Helio Oiticica, sobre sus Penetrables

 

Instalación Desvelo & Traza en Matadero de Madrid 2013. Fotografía de Daniel Ramo

Instalación Desvelo & Traza en Matadero de Madrid 2013. Fotografía de Daniel Ramo

Para John Cage no existía algo así como un espacio o un tiempo vacío, sino que siempre había algo que ver, algo que oír. Su revolucionaria visión fue asumir la imposibilidad del silencio como metáfora de la experiencia del hombre en el mundo, siendo esa interacción la que alteró dramáticamente -no solo la música- sino la manera de percibir el mundo físico. Esto llevó a Cage a un cambio transformativo, volviéndolo alguien abierto al azar y la indeterminación, creando un cuerpo de obra que abrió radicalmente las posibilidades de las próximas generaciones de artistas, músicos y espectadores. Así mismo Helio Oiticica fue poseedor de un pensamiento radical que lo llevó a desarrollar una práctica artística transgresora en un nivel tan revelador que hoy es difícil pensar la obra de las nuevas generaciones de artistas brasileños sin considerar el quiebre que significaron sus propuestas. Para él el arte debía ser capaz de trasladar al espectador a un plano de experiencia único, siendo el artista el propulsor de un ejercicio liberador donde la creación de obras dejaba de ser el fin al ser reemplazado por la vivencia.

Tanto Cage como Oiticica fueron artistas que intentaron llevar al espectador a alcanzar un nivel inconmensurable de intensidad desde la obra, con el fin de que éste pudiera cavar desde su interior una nueva forma de ver y sentir. En esa misma dimensión se encuentra el trabajo de Sara Ramo. Tomando el distanciamiento crítico necesario de las propuestas pioneras de ambos artistas, ella, en vez de seguir a ciegas la mecánica de las novedades, genera dentro de esta sucesión de cambios un imprescindible intervalo reflexivo, un fundido en negro que nos hace pensar en quienes somos, nos lleva a detener nuestras ansias de control sobre las cosas, rescatándonos de la alienación del mundo contemporáneo. Y es que para ser un poco visionarios, para ver, no hace falta encender la luz sino más bien ir a tientas, seguir la intuición, ser lo suficientemente libres como para no tener miedo a experimentar. ¿Acaso no es la libertad una condición básica para ello? De no ser por la libertad no podríamos ver el mundo como un lugar infinito de posibilidades y viviríamos empobrecidos viendo solo lo que nos es dado. Esta es la propuesta de Sara Ramo en Desvelo & Traza[2]: extremar la libertad de nuestra imaginación a tal punto que consigamos ver con la mínima luz las formas presentes en la exposición y la repercusión de estas en nuestro inconsciente.

En la invención, como en la libertad, existe un plano de resistencia que se crea en la medida en que nos vemos envueltos en lo cotidiano, una necesidad de escapar a lo conocido. Curiosamente ahí, en el día a día, residen las demandas que nos hacen perder el poder crítico de nuestra imaginación. Para inventar nuevos caminos es necesario resistir a los hábitos por los cuales nos hemos domesticado –hábitos que socavan nuestros sueños, que realzan nuestra sensación de impotencia frente a la realidad –, resistir a esa suerte de tiranía invisible que constantemente nos acosa. Para Sara Ramo la resistencia es la manera en que su trabajo introduce una piel mas inventiva y tenaz a las cosas del mundo, allí se encuentra el impulso que origina su trabajo guiado por la idea de que el arte debe salir del cuerpo como algo inevitable y transformador. En ella se puede ver una voluntad real de escapar a lo ya formulado, zambulléndose hasta lo más hondo en su experiencia sensible, asumiendo el proceso que encuentra, y continuándolo a partir de una nueva vivencia propia. Esto se puede ver en su virtud de crear un intenso diálogo con los espacios donde su obra tiene lugar, sea un frigorífico, el desierto, una casa abandonada o un cubo blanco. Estos se transforman en una extensión de una experiencia vital, que es, lo que determina su manera de trabajar, siendo ese espacio “abierto” el lugar donde el arte puede acontecer. Es por eso, que sin duda para Sara Ramo las cosas del mundo y por tanto las experiencias, actúan como extensión de nosotros mismos.

Desde el comienzo de su carrera Sara ha trabajado con objetos, desechos y materiales que ha encontrado en las inmediaciones o sótanosde la instituciones que han acogido su proyectos, como en Punto Ciego (2014), The Gardem from Free Zone (2013),Geografia do Lastro ou a riqueza dos outros (2012), Uma e outra vez lá, mesmo que aqui (2005), O Jardim das coisas do sótão (2004). En estos su mirada estaba puesta en generar una tensión entre el orden y el caos en el que se encontraban  las cosas originalmente y el nuevo orden en que ella  las disponía. Para entonces el encuentro con las cosas, los objetos que daban forma a la instalación, eran visibles al espectador y de suma importancia estética. En Desvelo & Traza este aspecto se torna diferente. Si bien ha utilizado cosas encontradas, éstas no se ven, o no se ven con el aspecto que realmente tienen, están camufladas, no llegan a ser distinguidas, restando importancia al hecho de la recolección aunque guardando, como en los actos de magia, el truco que nos sumerge en la particular incertidumbre que este montaje provoca.

Sara Ramo tiene bajo control hasta el más mínimo detalle de esta instalación. El momento y cantidad de personas que entran a la sala, el tiempo que permaneceremos ahí dentro, el lugar desde donde observaremos la obra, la luz, el reflejo, las sombras, todo. Lo único que nos pide es que pongamos de nuestra parte y nos dejemos llevar para disfrutar de la instalación, ya que solo así podremos vivir la experiencia que nos propone.  Una vez dentro el espectador tiene la posibilidad de crear su propio ritual en relación a las formas abstractas que el ojo intenta, con dificultad, aprehender. Y es que entre más nos adentramos en la experiencia de la instalación la situación se vuelve más abstracta obligándonos a redefinir la palabra y ampliar su significado más allá del estereotipo de lo abstracto como ausencia de sujeto u objeto. Abstracción representa una especie de libertad espacial y temporal, una elasticidad del lenguaje más allá de toda fijación, una potencialidad de sentido[3], así, podríamos pensar esta instalación como una relación-tensión, entre lo abstracto-vacío, el espacio y el tiempo. En la más absoluta oscuridad nos sentimos como en medio de la nada. Como espectadores nos vemos obligados a pasar largos veinte minutos atendiendo a una situación inminentemente vital en la cual el ojo intenta capturar la mayor cantidad de luz y el cerebro está constantemente intentando dar la mejor organización posible de los elementos que percibe –como indican las leyes de percepción de la Gestalt-, sin embargo sus intentos fracasan ya que intenta completar una imagen de la cual no tiene ninguna referencia. La tensión psicológica del tiempo y del espacio que este ejercicio produce ocurre  porque como seres humanos acostumbrados a movernos en un terreno familiar estamos allí, dentro de la instalación, queriendo hacer concreto algo que nunca deja de ser abstracto, limitados por nuestro sistema de creencias de lo que debería ser el mundo. Finalmente, la imagen nos engaña, como en el Arte Óptico (Op Art), algo que está ahí de manera estática, unas formas y unos colores, parecen moverse como si tuvieran un motor que las animara. Es por eso que en Desvelo & Traza la imagen se va construyendo en un palpitar de luces que van apareciendo como luciérnagas en medio de la oscuridad, distorsionando la realidad, y lentamente, en la medida que se establece la profundidad de campo, el espacio cobra volumen y densidad.

La radicalidad de la experiencia que propone Sara Ramo no está en escudriñar en los depósitos de un Museo para sacar a la luz esos objetos que estaban ocultos, sino lanzar la relación entre lo que está dentro y lo que está fuera de nosotros mismos, de estimular en nosotros el impulso necesario para descubrir lo que hay allí, y al mismo tiempo dejarnos afectar por la experiencia de ese silencio inexistente, de esa imagen incapturable, de la imposibilidad de calmar nuestros propios pensamientos ansiosos por dar forma a lo desconocido, e incluso nuestra dificultad para permanecer ahí dentro, en las muchas dimensiones de esa oscuridad. ¿Cómo saber que fue lo que llevó a los hombres a pintar un bisonte en una caverna, en esas cavernas de difícil acceso, donde debía arrastrarse con antorchas por una brecha oscura donde no veía nada?. Pues porque hay algo de las aspiraciones más profundas del ser humano, algo mucho más profundo que los problemas de la galería o el museo. El impulso del artista, el que da origen a la obra, está implícito en la experiencia personal del espectador, él podrá descubrirlo  a partir de esta experiencia, de su historia intelectual y sensorial, y su lectura no tiene porque ser igual a la que el artista produjo. En este sentido Sara Ramo puede calcularlo todo pero no tiene el control sobre los resultados de sus intensiones artísticas sobre el espectador, volviéndola, como a John Cage, alguien abierta al azar y la indeterminación. Hoy en día, más que nunca, la vida cotidiana y las cosas que esta sostiene pueden albergar la posibilidad latente de alejarse de una pasiva, dócil y conciliadora posición a una activa, crítica y ruidosa, donde las cosas pueden ser diferentes, donde el mundo como construcción de las personas posee siempre la posibilidad de lo inesperado, en orden de dar a nuestra vida cotidiana una configuración nueva, donde lo que Oiticica llama “algo mágico” podría apuntar hacia una vida más autónoma y auténtica en la cual la libertad sea una búsqueda constante.

No existe algo así como una determinación hacia lo experimental, de hecho no estamos hablando de un “arte experimental” sino de las energías que brotan para un número abierto de posibilidades. Eso que Mario Pedrosa[4] denominó un “ejercicio experimental de libertad” para referirse a las obras de Lygia Clark y Helio Oiticica y que es sin duda también el motor de la práctica de Sara Ramo. En sus prácticas el artista tiene una posibilidad y tal vez la obligación de determinar, hasta cierto punto, las destrezas de su arte, con la cautela de que ésta no se vuelva una actividad meramente racional, sino por el contrario un fenómeno en el cual debe haber creatividad, intuición y fantasía. Esta intuición -en el artista- debe tener un papel más importante cada vez en función de depositar confianza en la imaginación humana -el espectador-, generando un tipo de conocimiento obtenido a través de los sentidos y también del pensamiento. Entonces la palabra experimental sería la que describe un acto cuyos resultados son desconocidos. Lo que John Cage hizo cuando creó su famosa pieza 433´´fue componer el silencio, dar lugar a ese espacio que todos los seres humanos suponemos que existe cuando en verdad sabemos es una metáfora de un fenómeno complejo, una paradoja de la realidad, una ficción inventada como contraposición al ruido. Hoy, estando en la instalación de Sara Ramo no puedo dejar preguntarme ¿Cómo llegó John Cage a componer esa pieza? ¿Cómo llegó Sara a crear Desvelo & Traza?. Hay en esencia un sentimiento común, una búsqueda de un vacío pleno, un intento por conseguir una experiencia profundamente sublime. Posiblemente una invitación a meditar, a despertar nuestros sentidos, a reírnos del absurdo silencio inexistente, a tomarle el peso al paso del tiempo, a la levedad de nuestra existencia y también a la gran influencia de nuestra psique en nuestra percepción.

Definir, jerarquizar y convalidar las percepciones tanto las de nosotros mismos como las de lo externo; es un arduo trabajo que moldea la relación que vamos estableciendo con el ambiente. Nos enseñan -como dice Castaneda[5] una descripción del mundo[6] que pasa a ser la interpretación válida de nuestro mundo y que sienta las bases de lo que llamaremos luego la realidad.Esto constituye el diálogo interno. Un diálogo mental que sostenemos con nosotros mismos y que describe y nombra todo lo que existe para nosotros, incluidos nosotros mismos. En el mundo contemporáneo hay una tendencia a un excesivo realismo, tanto así que las prácticas artísticas se han visto en la necesidad de refugiarse en el espacio existencial distinto del cotidiano para preservar aquella distancia que el arte solía presentar frente al mundo en el cual se erigía. Hoy existen algunos artistas que han tomado consciencia de que el arte, y el conocimiento humano en general,  no puede ser una copia o una especie de huella de lo real, sino una realidad aparte, artificial, estrictamente humana. La obra de Sara Ramo se construye en un presente rico de una enorme herencia, plantada así ante un futuro incierto pero no por eso menos promisorio, ya que posiblemente el propósito de la vida debe ser lograr fluidez con lo que estamos viviendo, conciliar el pasado con el presente, cuestionar nuestro sistema de creencias y abrir nuestra percepción, y no hay duda de que el arte puede impulsarnos a ir un paso por delante.

[1]He escogido el título en recuerdo al texto “Lygia Clark: Uma experiência radical” que el poeta brasileño Ferreira Gullar (1930) escribió en 1958 sobre la obra de la artista. En este Gullar habla de cómo Clark va pasando progresivamente de la pintura al espacio hasta llegar a la creación de sus Bichos los cuales buscaban estimular la experiencia con el espectador.

[2] Este texto fue escrito para el catálogo de la exposición Desvelo & Traza de la artista hispano-brasilera Sara Ramo (1975) realizada en el Matadero de Madrid (24 mayo – 31 agosto 2014) y luego en el Centro de Arte La Panera en Lleida (24 octubre – 18 enero 2015) comisariada por Manuela Villa.

[3] Guy Brett, crítico y comisario inglés, desarrolla esta nueva definición de abstracción en la introducción del catálogo Transcontinental. An investigation of reality (Ikon Gallery Birmingham,1990) para referirse al lenguaje de los nueve artistas latinoamericanos que conforman la exposición.

[4] Mario Pedrosa (1900-1981) fue sin duda uno de los críticos de arte brasileños más importantes de la posguerra.

[5]Carlos Castaneda (1925-1998) Antropólogo y autor de una gran cantidad de libros sobre el conocimiento filosófico-metafísico de un grupo de indios de México, en los que describe la mirada particular que tiene el hombre de conocimiento o el «brujo». Dentro de dicho sistema de creencias la descripción del mundo sería aquello que confiere sentido a cada percepción, un sistema de  interpretación de los datos que percibimos que selecciona y organiza datos para que el mundo de las percepciones tenga sentido, Castaneda afirma que nuestro mundo existe como es solo porque cuando percibimos mentalmente nos repetimos que eso es lo que es, sin embargo si cambiáramos la descripción del mundo, o si dejáramos de hacerlo el mundo tal y como lo conocemos colapsaría y dejaría de tener sentido abriendo nuevas posibilidades.

[6]Castaneda, Carlos. Viaje a Ixtlan: las enseñanzas de Don Juan. Ed. Fondo de Cultura Económica;  introducción. págs. 8 y 9.

 

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