(curare) EXPOSICIÓN LA BUENA ESTRELLA*

Entre os artistas propriamente, os visionários cegos criam empiricamente pelo tato, pelos contatos que ainda mantêm de certo modo e indiretamente com a paisagem exterior. Têm confiança na boa estrela, munidos de antenas que os mantêm virados para os bons ventos. São veículos, instrumentos operatórios, encostos mediúnicos. Os outros, de olhos abertos, dão diretamente expressão ás intuições da imaginação. Expressão em símbolos-objetos, vivências e realidades apenas em potencial. 

Mário Pedrosa –Ciencia y Arte Vasos Comunicantes – 1960

 

Cuando leí por primera vez este escrito de Mario Pedrosa me vi frente a un tipo de crítica de arte que pertenecía a otro tiempo, donde una especie de fe recaía sobre la manos de un artista, que también, parecía pertenecer a otro mundo. Posiblemente la fe de Pedrosa nacía de una profunda pérdida de esperanza la cual fundaba la necesidad de combatir las limitaciones del pensamiento moderno con un pensamiento nuevo. Tras cientos de años de experimentos quedaba demostrado que los hombres, indiferentemente de las circunstancias étnicas, económicas y políticas en las que viven, desarrollan su existencia no solo en determinadas condiciones materiales sino también inmersos en sistemas simbólicos y bajo un velo ritual. El paradigma fundamental de la Ilustración había dejado reducida la realidad a pautas empíricas en detrimento de lo intersubjetivo, basándose en la idea del mundo como algo preexistente. Lo que Pedrosa propuso con estos artistas visionarios, intuitivos y sensibles no era una vuelta al Romanticismo, sino una mirada hacia un futuro construido sobre la experiencia adquirida. En éste los artistas ya no son cartógrafos que reflejan el mundo en el lenguaje de un paisaje exterior, sino seres que forman parte de un mundo que se encuentra en constante transformación, donde el propósito del arte es presentar ese mundo y romper con el modelo caduco de la representación. Una obra de arte no describe un mundo dado de antemano, sino que participa activamente de él, transmutando la experiencia del artista en ella.

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Vista de la exposición La Buena Estrella – Obras (izq a der) Martín Kaulen, Johanna Unzueta, Rodrigo Arteaga y Alejandro Botubol. Imágenes cortesía Espacio OTR 2015

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Vista de la exposición La Buena Estrella – Obras (izq a der) Rodrigo Arteaga, Johanna Unzueta y Alejandro Botubol. Imágenes cortesía Espacio OTR 2015

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Vista de la exposición La Buena Estrella – Obras (izq a der) Cecilia Vicuña y Katharina Grosse. Imágenes cortesía Espacio OTR 2015

Aquellos símbolos, objetos, experiencias y realidades expresadas, recuperan un escenario que propone un campo de consciencia donde la razón se plantea como una nueva herramienta que no puede avanzar sino es unida a su cara opuesta: la intuición*. En el presente, la misión de esta dualidad es recuperar el equilibrio entre ciencia, moral y estética; entre mente, naturaleza y cultura. Las obras de arte nacidas con este principio fundamental tenderán siempre a elevarse en una verticalidad integradora, abandonando la idea de ascendencia como imagen de poder y división. Es por esto que las más de 20 obras que conforman esta exposición, con 4 artistas de la colección OTR (Sol Lewitt, Anton Lamazares, Carlos León y Katharina Grosse) y 14 artistas invitados (Valeria Maculán, Alejandro Botubol, Rodrigo Arteaga, Johanna Unzueta, Cecilia Vicuña, Martin Kaulen, Pep Vidal, Stefan Rinck, Brock Enright, Francois Bucher, María Edwards, Theo Firmo, Till Gehrard y Monoperro), están dispuestas en tres niveles que constituyen, metafóricamente, una idea vertical del mundo integrada por tres estratos: lo invisible, lo visible y lo sagrado.

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Vista de la exposición La Buena Estrella – Obras (izq a der) Carlos León, Martin Kaulen, Francois Bucher, Theo Firmo y Stefan Rinck. Imágenes cortesía Espacio OTR 2015

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Vista de la exposición La Buena Estrella – Obras (izq a der) Carlos León y Martin Kaulen. Imágenes cortesía Espacio OTR 2015

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Vista de la exposición La Buena Estrella – Obra de Francois Bucher. Imágenes cortesía Espacio OTR 2015

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Vista de la exposición La Buena Estrella – Obra de María Edwards. Imágenes cortesía Espacio OTR 2015

Primero Lo invisible, un espacio de opacidad que oscila entre lo denso y lo sutil, entre lo pasajero y lo eterno, que pendula entre lo circunscrito y lo mutante, esgrimiendo la materia hasta su desaparición. Aquí la intuición* se mueve a tientas y las obras cuestionan las bases sobre las que se sostiene la realidad y el tiempo. El segundo estrato Lo visible, un lugar de abundante luz, donde las obras pueden vislumbrarse desde la distancia como un todo unitario, un macrocosmos que nos atrae hipnóticamente hacia el microcosmos del origen. En este espacio la intuición* es capturada por la forma y la materia, la figura y el fondo, convocando un aguda mirada por parte del espectador. Por último Lo sagrado, un espacio oracular de expansión y contención, de difícil acceso, pero abierto a quien quiera acceder a una experiencia que amplíe su visión. En él se encuentran aquellas obras de alto valor simbólico y ritual. La intuición* ha sido gobernada por un fluir creativo que guía directamente la mano, transformando la percepción de lo divino.

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Vista de la exposición La Buena Estrella – Obras Monoperro (frente) Till Gerhard (atrás). Imágenes cortesía Espacio OTR 2015

 

 

 

 

La Buena Estrella* es un proyecto comisariado por Carolina Castro Jorquera

Espacio OTR – C/ San Eugenio 10 Madrid   /  20 febrero – 20 de mayo 2015