«El hombre pertenecía a la tierra. Hoy la tierra le pertenece al hombre» Noah Sealth
Germán Tagle nos muestra a través de un paisaje de ficción su percepción del estado actual del mundo. Nos introduce en un lugar extrañamente familiar no muy diferente al que habitamos día a día, pero que los dueños del discurso dominante han secuestrado y escondido, han maquillado y dejado “Fuera de Relato”. Nos vemos enfrentados a una realidad latente, en la que el fin y el comienzo se tocan y se unen para dar lugar al Amanecer Crepuscular [1], donde el hombre comienza a conocer al nuevo hombre y su nuevo habitat. Tras una larga noche en la cual ha ido olvidando su imprescindible vínculo, su mutua dependencia con la naturaleza, volviéndose cada vez más ajeno a los cambios y ritmos que ésta experimenta, este amanecer devela el horizonte de nuestro incierto futuro, y Germán Tagle explora estos límites de lo inimaginable para mostrarnos que en verdad ya forman parte de la realidad del presente.
Todos sabemos que hasta hace no mucho tiempo el hombre formaba parte integral de la naturaleza, vivía y pensaba en relación a las necesidades que su entorno le permitía, como comer los frutos de la estación, tanto así que con simplemente observar el fluir natural de la vida le bastaba para tomar las decisiones básicas para su subsistencia. La tecnología se introduce en nuestra vida facilitando nuestra existencia con el peligro de olvidar el verdadero sentido de aquella sincronía. Esta carrera tecnológica nos ha llevado a este punto sin retorno, a este estado de aceleración constante donde lo que no se mueve a una gran velocidad es invisible.
Esta exposición es la manera en que Tagle nos introduce a aquellos que escriben la historia, o que pertenecen a ella, haciendo que habiten ese lugar que el poder no incluye en su versión. Allí ocurre un enfrentamiento, el del hombre con la realidad que ha negado, el del hombre con su destino. De este modo, y como si se tratara de un arca de Noé, Germán Tagle selecciona los protagonistas de sus pinturas tomando referencias tanto de nuestro imaginario colectivo como de la historia del arte y del mundo. En un ejercicio de formalismo, se apropia, con las siluetas de estos personajes, del evento histórico al que pertenecen: un cowboy, un jugador de chueca, un indígena, un hombre romántico, así como también de algunos elementos arquitectónicos reconocibles
Esta apropiación responde a un modus operandi común de los artistas contemporáneos, que como habitantes de esta sociedad de la velocidad, la cultura mundo [2], no crean productos nuevos sino (según un análisis de Nicolás Bourriaud [3]) “modelos de relación utilizando productos culturales preexistentes como instrumentos de vinculación entre los individuos”. Tagle ocupa estos “productos culturales preexistentes” para crear un lenguaje propio que marca esta nueva evolución de su obra.
“El hombre pertenecía a la tierra. Hoy la tierra le pertenece al hombre”. Nos hemos apoderado del mundo, lo hemos vuelto tan pequeño que cabe en la palma de nuestra mano, lo conquistamos y explotamos para luego seguir nuestro camino. Hemos perdido el sentido, el respeto y la humildad, hemos marginado la verdad para poder dormir en paz, pero en este Amanecer Crepuscular, la amenaza somos nosotros mismos. Vivimos el mundo en su ocaso, un final tan brillante y poético que llega a confundirse con una nueva aurora.
[1] Término acuñado por Paul Virilio en su libro homónimo.
[2] Término acuñado por Giles Lipovetsky y Jean Serroy en su libro homónimo.
[3] Bourriaud, Nicolas. Postproducción. Buenos Aires: Adriana Hidalgo Editora, 2009.