(curare) Culebrear para llegar a casa: una experiencia curatorial

Hace dos años estuve haciendo una residencia curatorial en Korea del Sur, específicamente en Gwangju donde se celebra una de las Bienales más importantes de esa zona del planeta. Como en cada edición la Bienal recibía a un grupo de jóvenes curadores para ser parte de su programa durante dos meses. En ese tiempo recorrimos museos, galerías de arte, diversas instituciones culturales y me atrevería a decir que cientos de estudios de artistas. Recuerdo un lugar que me marcó especialmente, después del museo de Nam June Paik, fue la exposición “A Night of Burning Bone and Skin” del artista koreano Yangachi en el ArtSpace Pool en Seúl -una organización de arte sin fines de lucro iniciada y fundada conjuntamente por los artistas, artistas-curadores y críticos de arte en 1999-. La obra era una video instalación en la cual un hombre se paseaba por un bosque con una antorcha en la mano iluminando diferentes cosas que encontraba a su camino. Esta especie de drama que vivía el protagonista era acentuado por el profundo sonido de sus huellas en medio de una noche (y una sala) completamente silenciosas. La angustia, ansiedad y miedo que esta provocaba eran sin duda abrumadoras para el espectador que podía o no conocer el sentido de la obra pero percibir su energía metafórica y poética. Luego de salir de ahí con mi grupo de compañeros residentes tuve la oportunidad de conocer y charlar brevemente con el artista. Este me comentó que la obra realmente era una metáfora de aquellos cuerpos llevados en medio de la oscuridad durante la dictadura surkoreana pero representada con unos signos y símbolos completamente fuera de los reconocibles por el lenguaje político al que estamos acostumbrados. Eso específicamente llamó mi atención, conseguir hablar de la experiencia del trauma que dejaron en una sociedad los sucesos políticos históricos en otros términos narrativos a los que yo estaba acostumbrada viniendo de un país donde el arte ha dado muchas vueltas sobre su propia experiencia de la dictadura, me pareció un desafío interesante.

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Galería Metropolitana en la comuna de Pedro Aguirre Cerda en Santiago de Chile. Vista de la exposición «Cerezas dulces y ácidas serán más que suficiente para calmar tu sed», artista: Yangachi. Agosto de 2014

Desde entonces mantuve un diálogo con Yangachi por email donde compartíamos nuestras experiencias e ideas sobre el arte y principalmente, dado su interés en la literatura y en la historia política de Chile, sobre las historias y diferentes puntos de vista entre su cultura y la mia. Poco a poco fuimos ampliando el diálogo y compartiendo textos de diferentes temas llegando sin darnos cuenta a la mitología koreana y algunas interesantes relaciones simbólicas entre ella y algunos textos que yo estaba leyendo en ese entonces para mi investigación en búsqueda de los derroteros de la consciencia como las Heterotopías de Michel Foucault. Fue por entonces que recibí una invitación de Ana María y Zapallo de la Galería Metropolitana a comisariar un proyecto de exposición, y lógicamente, teniendo en cuenta que el espíritu de la galería ha estado profundamente vinculado a el proceso político de la post-dictadura, ubicada en un barrio de gran resistencia de esos años, en la periferia de la ciudad de Santiago en Chile y con mucho interés por las prácticas artísticas políticas, la obra de Yangachi parecía perfecta para el contexto. Se los propuse a ambos y comenzamos el trabajo. Volviendo a mi diálogo con Yangachi retomamos nuestra discusión sobre estas llamadas heterotopías que para Foucault “tienen el poder de yuxtaponer en un único lugar real distintos espacios, varias ubicaciones que se excluyen entre sí”. Para nosotros esta idea simbolizada aquellas fisuras históricas que podían representar tanto un evento traumático (como el que se percibía en su instalación en el ArtSpace Pool) así como también aquellas historias que existen entre la realidad y la ficción como por ejemplo los mitos. De alguna manera las heterotopías proponen la existencia de un lugar suspendido en el tiempo e incluso en nuestra mente, experiencias que se manifiestan ubicuamente en diferentes espacios-tiempos y que parecen carecer de los elementos físicos necesarios para traerlas al espacio de lo tangible.

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Vista de la exposición «Cerezas dulces y ácidas serán más que suficiente para calmar tu sed», artista: Yangachi. Agosto de 2014, Galería Metropolitana Santiago de Chile

Esto se volvía cada vez más complejo puesto que había que materializar nuestras conversaciones en un proyecto expositivo, a la vez que se hacía más evidente que nuestros intereses, los de Yangachi y los míos, eran conseguir crear un lugar, un espacio heterotópico, una especie de agujero negro donde las historias políticas y poéticas de nuestros países de origen confluyeran en una experiencia para el espectador. Algo que representara el quiebre con las maneras convencionales de hablar de lo político y lo propusiera en términos metafísicos, mitológicos e incluso rituales. Fue entonces que Yangachi me compartió un fragmento de la novela surkoreana “The Cloud Dream of the Nine” que contaba la siguiente historia:

“Un hombre lobo. –Es una noche oscura” Kay Som-wol rápidamente emerge para alertarnos que ella vive en una casa densamente cubierta de flores de cerezo. Un hombre con el pelo negro desplaza su mirada. Un esqueleto de roca negra. La paloma que habíamos visto ayer desplaza su mirada. Un haz de luz carmesí se escapa de un bosque negro. Un cuervo negro desvía su mirada hacia la paloma enrojecida. Una cueva negra donde pasean los muertos y los vivos. Un hombre con tres brazos. El Oro aparecerá al romperse la roca negra. Así será la corriente, suavemente cubierta de flores de cerezo.

그르. Después de un tiempo, la revelación. (르릉). Una cueva grande esperaba a la salida de la pequeña. Saltar, , Tambalearse, 뒤뚱, Beber, 쓰읍, Culebrear, 스르륵.

Una estatua dorada. Auspiciosa fuerza vital tallada sobre la roca para fertilizar 석지 (石脂) y 옥고 () la promesa de la inmortalidad. En esas rocas también están tallados el dragón sagrado y la tortuga. Unas peras y dátiles entregadas por un ermitaño anacoreta nos permiten leer el pasado y el futuro, como dice el refrán. Por pura casualidad, me encontré con un lugar donde la cueva se abrió mientras caminaba a través de ese mundo salvaje. Me quedé allí y busqué un rincón para dormir, y soñé.

En ese sueño, fui recibido por una estatua del consorte real Hui-bin Jang en el Monte Oro. Allí también, sobre los muros de la cueva, me acompañaban las figuras talladas de Sansin-granpa de la Gruta de Seokguram, Maitreya Buddha tallado sobre la roca Chima del monte Inwang, también Mudang de Daegu tallado sobre la roca Yeoin del monte Inwang, y finalmente Mudang y Baksu sobre la roca Moja y un gato sobre la roca Beom del mismo monte.

Y así sucesivamente fue la casa densamente cubierta de flores de cerezo. Mientras tanto Yang So-yoo daba paseos por el bosque. “Es una noche oscura”. Seongjin camina iluminando el sendero. Yeoin aparece, Kay Som-wol rápidamente emerge para decirnos que ella vive en la casa densamente cubierta de flores de cerezo al sur del puente.”

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Vista de la exposición «Cerezas dulces y ácidas serán más que suficiente para calmar tu sed», artista: Yangachi. Agosto de 2014, Galería Metropolitana Santiago de Chile

Fue esta breve historia la que dio origen finalmente a nuestra exposición “Cerezas dulces y ácidas serán más que suficientes para quitar tu sed” inaugurada el pasado 14 de agosto. Como comisaria de la exposición recibir a Yangachi, y también a Paul otro artista surkoreano que viajó como su asistente y amigo, transformó por completo mi experiencia de estar en mi país. De pronto esos meses de largas conversaciones (con muchas cosas perdidas y ganadas en la traducción entre el koreano, el español y el inglés) se habían transformado en una videoinstalación que me llevó de regreso a la experiencia tenida en Seúl dos años atrás, pero con un componente propio, con miles de símbolos que habían aparecido en el camino de Korea a Chile. Los dos videos que enmarcaban la exposición habían sido filmados en uno de los parques que yo misma había visitado a las afueras de Seúl. En ellos también había una búsqueda: linternas, luces, pasos, etc., pero a diferencia de “A Night of Burning Bone and Skin” estas piezas no se cerraban en el drama y la angustia de lo que había desaparecido sino que daban a luz el encuentro con un nuevo espacio, la otra cara del agujero negro de la heterotopía, un agujero blanco que simbolizaba la posibilidad de volver a empezar, de construir sobre la historia pasada una nueva mitología del futuro o como dijo Mariagrazia Muscatello en su crítica de la exposición, escribir los «cuentos heterotópicos de la resistencia». Para mi la experiencia de trabajar con Yangachi se transformó en un pretexto, como él mismo me hizo ver, de hablar de la historia de mi propio país en mis propios términos a través de su obra. De dar a conocer mis convicciones sobre la existencia de lo mitológico y lo poético como un ámbito de lo político, pero por sobre todo de las experiencias metafísicas involucradas en nuestros procesos históricos. Como el mismo Yangachi señaló el día de la inauguración “No podemos hablar del pasado sino en términos simbólicos, de la misma manera en que no podemos imaginar el futuro desde las oscuridades del pasado. Como artista debo proponer una luz.” De alguna manera muy clara, la sensación con la que he quedado después de realizar este proyecto es que Yangachi y yo hemos estado culebreando (dando vueltas por caminos alternativos) para finalmente poder llegar a nuestras respectivas casas, a entender nuestros respectivos contextos yuxtaponiendo nuestras experiencias, pero sobre todo, buscando trazar nuevas rutas en las prácticas artísticas y curatoriales, y en nuestra comprensión del presente.

Gracias a la Galería Metropolitana, a Ana María y Zapallo, a Yangachi y a Paul, y a todos los que hicieron posibles este proyecto como el Consejo de la Cultura y las Artes en Chile y el Art Council de Korea.

Para más información sobre Yangachi visitar su web Aquí.